domingo, 20 de abril de 2014

La metáfora es nuestra.

El Gabo.

Nosotros hablamos de pescaditos de colores, y hormigas míticas que se comen herederos de familias con apellidos “buongiornos”. Nosotros escribimos anécdotas de vida y de muerte, en barcas salvadoras de naufragios o en misivas que se van acumulando en el tiempo. Nosotros garabateamos amores verdaderos e incólumes que nacen en la senectud. Escribimos también de ancianos olvidados que en medio de la fantasía experimentan el desasosiego de la espera y como la misma es tediosa y aburrida, nos gusta hacer saltos en la línea del tiempo. Nosotros hablamos con total cotidianidad de la geofagia y de la esquizofrenia vívida. Nosotros exhibimos con naturalidad nuestras cuencas de ignorancia para delimitar el alma de los pueblos. Nos gusta narrar triángulos amorosos con antonomasia.

Platón solía describir al tiempo como una imagen móvil de la eternidad y nosotros con maestría lo hemos sabido maniobrar; hasta podríamos decir que ha quedado inserto nuestro recado para la infinitud.

Aunque nuestro carácter efímero nos arranque de la nada y sin previo aviso de nuestro hábitat creador, seguimos siendo los eternos propietarios de la metáfora y del símil literario; con un orgullo tenaz de latinoamericano que sabe hacernos universales en la deidad omnipotente de las letras.

Nosotros poseemos la sensibilidad genuina y la honradez tremenda de no abandonar a las clases olvidadas aunque el mundo nos enaltezca, y nos aventuramos a contar historias que otros no se atreverían a confesar. Nosotros hacemos gala de una sabiduría humilde a la intemperie del autoproclamado sofismo del prójimo contemporáneo y extemporáneo. Nunca perdemos nuestra esencia e identidad, no olvidamos que venimos de Aracataca o de Macondo, ni que aprendimos a “comer mierda”.

Nosotros nos llamamos Gabriel García Márquez, nos convertimos en latinoamericanos ecuménicos, nos hacemos con el Premio Nobel de Literatura, conquistamos la controversia con nuestra genialidad y hoy nos tocó aprender a decir adiós ante la muchedumbre apesadumbrada.


Somos los dueños de la metáfora que es una quimera de las letras, hecha por y para nosotros: mestizos de razas quiméricas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario