miércoles, 30 de diciembre de 2015

Rutina.


Debo aceptarlo
 -aunque me pierda en las ramas-
soy un sobreviviente
de tus ojos

el paroxismo de tu recuerdo
me lacera

me suspende
en este limbo
que llamo destierro
         maleable,
              tóxico,
                  fugaz,
                      ausente

debo aceptárselo al espejo
antes de investirme
y postergarme

                           una vez más.




domingo, 27 de diciembre de 2015

JAZZ: Un antídoto dominguero.

Yo pienso que los domingos por la noche deberían celebrarse con una buena copa de vino y algún fraseo al azar. Tal vez con una calculadora en la mano y en la otra una batuta imaginaria dirigiendo All the things you are. Mirar la noche siempre es un buen método, vuelve terapéutico el rito y hace el favor de amortiguar algunos impactos que sobrevienen al ejercicio de retrospectiva final-semanero.

En los domingos por la noche me exorcizo y luego renazco. El ponsigué amella la lengua y las notas bajas hacen escaleras, un buen pensamiento debe ir acompañado de una banda sonora y algún recuerdo gustativo. Cuando llega el final de la semana trato de olvidarme de Schopenhauer: “la vida oscila entre el sufrimiento y el tedio”, al menos como un ejercicio de reforzamiento. Siempre una voz interna no muy convencida sonríe como Louis Amstrong.

También me olvido de los lunes.

Los domingos por la noche son solo el vino y las vibraciones que rasguñan el silencio. Lo he dicho: jazz y vino. La voz de Ella deroga los pensamientos, no son asequibles los balances domingueros. La vida es tan leve que solo cabe la improvisación. Pienso que en Nueva Orleans a finales del siglo XIX la gente encontró el sentido. Pero no cesaron los debates, claro, tampoco cesaron los domingos por la noche ni la famosa idea del eterno retorno.

Debo decirlo aunque no suene muy consolador para un domingo por la noche: si cesase el sufrimiento y el tedio, los domingos con sus lunes, la improvisación, el sentido, las Nuevas Orleans, este cielo de Cabudare, si cesase todo, entonces florecería el silencio. Como dice Isabel Allende: “la vida es puro ruido entre dos silencios abismales.”





jueves, 10 de diciembre de 2015

La Habana salvaje y dulce.


Llevas nombre de mujer, suerte de ser una mezcla generosa de fuerza y mito salteada con el abandono y sus condenadas secuelas. Dueles en los labios y en las miradas de tus hijos que patean los anagramas de tus edificios detenidos en el tiempo y en la flor de su rara belleza.

Te fuman así como se fuman las esperanzas, las ideas se esparcen en el mar de desdenes que con dignidad llevas en la frente, saben a océano y anhelo tus bebidas que realzan la dureza de tu carácter, eres una amalgama entre resignación y anhelo.

Conduces un eco de desesperación que se propaga quebrando el ecuador del silencio y sin embargo sabes levantar la mirada, mantenerla en lo alto, por saber desafiar y resistir a quien pretendió cercenarte lentamente.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Secuela.

Pintura del austríaco Egon Schiele

    Aún recuerdo los últimos días, cuando te visitaba en tu antigua casa en la gran avenida. Solía salir de ahí con el corazón descompuesto, a patear las aceras hasta la parada del autobús, sintiéndome miserable por tantos intentos fallidos, con la esperanza muerta y las manos en los bolsillos.

    Era un adicto.

    Por supuesto que me daba cuenta de tu desplante, pero no tenía otras opciones. La esperanza, como una vez predijo Nietzsche, me resultó un camino viable, procrastinar era menos doloroso.

    Lo pienso hoy, varios años después, pasando por la gran avenida. Claro, sin furia, ni corazones descompuestos. Con conciencia de un recuerdo que se volvió insignia, sin rencores.

    Te perdoné el desdén y todas esas veces que nos rompimos el alma. Coño, pero lo que no te he perdonado es esta jodida secuela: nadie después de ti ha aprendido a mitigarme la misantropía postorgásmica.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Una carta.

Anhelada Rosario,


    Ahora que te veo por casualidad, después de la deslumbrante impresión adolescente que tenía de ti, se me han revuelto algunas indecisiones. Creo que  se me había olvidado lo indefenso que me vuelvo cuando decides mirarme con esos ojos que regalan amaneceres y divinas calamidades. Te pido que no ponderes cuán fácil me fue deshacerme de esa sensación de aislamiento que me brinda la dimensión de tu mirada. Ya sabes que han pasado doce años.

    Cuando abandonaste este Barquisimeto con sus famosos cielos psicodélicos, acordamos no llorar. Tú sentiste que el país te hizo suficientes desplantes y no te quité la razón, muchos venezolanos sentían y sienten lo mismo aún hoy. Cruzaste el gran charco persiguiendo la serenidad que brinda el primer mundo y a juzgar por el aspecto que tenías en Santa Rosa la otra tarde, lo conseguiste. No sé cuantas cosas más conseguiste y no me muero de la emoción por averiguarlas para serte franco; más bien me produce desasosiego imaginar que el olvido embargó tus sentimientos, o tan siquiera esa sonrisa tonta e ingenua que se me sale cuando evoco nuestros pequeños momentos, que me da ilusión pensar que también se te sale.

     Sé que vas a decir que no peleé por ti, que nunca fui un ancla para quedarte. Cuando nos despedimos, parados sobre la obra de Carlos Cruz Diez afirmabas con vehemencia que yo nunca te di una señal de seguridad en aras a la futuridad, a nuestra futuridad. No te lo discuto, siempre te dije que nunca fuimos más que amagos. En realidad ni siquiera estoy seguro que recuerdes todo eso, quizá ni me recuerdes a mí.

    Rosario, esta no es una carta para pedirte perdón. El perdón quedó enjaulado en el pasado reprimido que ambos nos dimos. Fueron tardes de amargura mirando al Atlántico en el mapamundi  y calculando que no habías conseguido una mejor muralla, digamos que es demasiada agua y unas cuantas bestias oceánicas para dos cobardes.

    Aunque no lo creas, te amé. Y te sigo amando, como no he podido amar a más nadie en estos doce años. El límite de mi desfachatez y cobardía llegó al límite de volverte irremplazable, y ahora que te vuelvo a ver comprendo que podría soportar amarte cada doce años, cada quince, cada veinte o cada vez que la casualidad nos enfrente. No importa que te vayas, si puedo amarte in situ y creerme feliz aunque sea un ratico. Si Rosario, con estoy te estoy diciendo que soy feliz desde que te vi otra vez. Soy feliz aunque he estado con otras mujeres y también he roto injustamente algunos corazones; pero no puedo evitar bloquear solo para ti ese sentimiento que otras me han exigido. Reconozco que soy canalla, irremediablemente en eso me convertí.

    Es por eso que en esta carta asumo la desvergüenza de pedirte que me dejes reconquistarte, que te permitas vivir un trance conmigo, quiero que dejes amarte aunque sea fugazmente por el tiempo que pienses estar de visita. Permíteme amarte como chiquillo, como te amé y nunca te dejé de amar; solo un niño puede amar sin pensar tanto en futuro y formalidades. Déjame ladrarle a la noche otra vez por ti. Sé que ineludiblemente nos separaremos de nuevo, y seguirás opinando que soy un cobarde, pero entiende que la felicidad se toma por tragos, el resto es pura melancolía y anhelo.

    Mi amada Rosario, acepta esta locura y descarta el resentimiento del pasado. Será nuestra parodia de felicidad, la botella cuyos dulces sorbos dejamos guardados para ocasiones especiales. Quiero demostrarte que el amor no sufre de óxido

    Con ardor, te esperaré el viernes en nuestro restaurante favorito que aún existe,
           
   Ricardo.





* Carta compuesta para el concurso anual venezolanoCartas de Amor.




domingo, 15 de noviembre de 2015

Viernes 13.

El hombre debería aceptar su levedad,
                             su fugacidad,
                                 su sandez. 

Tal vez porque los viernes trece redundan sin ese peso de conciencia.

 

Tu apuesta.

Fotografía de Jessica Rodríguez. Ver su trabajo en Instagram: @jessphotopop

Admiro la astucia que tienes para tentarme la traquilidad. Vienes con tu embargo a monopolizarme la mirada. El aroma de tu cercanía es una marca imborrable y un tatuaje para la memoria.

Yo conozco este provisional encanto, he caído antes en él. Sentarme a observar el movimiento de tus ojos y el recorrido de tus labios cuando hablas. Estoy conciente que me provocas con total propósito y me dejo aducir.

Seducir, quizá sea un deporte. Lo comprendo. Un volcán puede prenderse y después pueden esquivarse las cenizas. Demostrar sagacidad es mejor que cualquier trofeo.

La voluntad del hombre es solo una itinerancia. Una itinerancia cuando aparece alguien como tú.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Espejismo.

Cuando cruzas la raya
tu memoria muta,
se sacude, se exprime.


De cualquier forma
los recuerdos son
estorbos de progresión.


Perdido en anatemas,
y en alucinaciones
viste lo que quisiste ser.


Fuiste un desliz
del espacio - tiempo
y una víctima


de tus propias proyecciones.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Dark side.

Fotografía tomada por Gjon Mili con Pablo Picasso jugando con luz estroboscópica en 1949.

Yo no sé si soy
esta duda existencial
o si soy
lo que queda después

me permito dudarlo
dado que la incertidumbre
suele ser una constante
bastante ladilla

no sé si pueda aceptar
ese canon
de desarrollo antropológico
tan incongruente

a veces no estoy seguro
si el hombre con todo
y su omnipotencia intelectual
pueda responder a las vacilaciones

esta jodida perplejidad 
de vivir estudiando la vida
con sus misterios falaces
y después morir con dudas
                 [peor que al inicio]

cuando fluctuo
el silencio me cose
y siento esa milvecesvivida tragedia
de estar perdiendo el tiempo

de si soy un soplo
una explosión
una marca
o mi propia destrucción

no sé nada, pana
a veces la filosofía
me sabe a cuento de hadas
y de pendejos.

sábado, 22 de agosto de 2015

Femme Fatale.

Un detallazo de mi amiga y gran artista Sara Viloria, ver su arte en Instagram como @saloriart
 
"Dos cosas quiere el hombre auténtico: peligro y juego. Por ello quiere a la mujer: el más peligroso de los juegos."
Fiedrich Nietzsche.

 
Las quemaduras le recuerdan
que está viva,
el dolor es una fisión
un microcosmos,
todo se le mira detrás
de una lágrima


los recuerdos se le vuelven cicatrices,
la venganza al final
es una esperanza,


es verdad que el olvido
es una lanza,
replegarse las nostalgias
le lacera,
depredar es un ápice
una necesidad


en su pelo de tormenta
le nace la fábula,
en sus ojos de estatua
le corren las cenizas


y la revancha
es por dentro una fuerza,
una partitura.

viernes, 24 de julio de 2015

Fantasma


Él, andante de las mismas autopistas de la memoria, se consiguió con la fantasma de todas las veces. Era una obcecación y a la vez un resaltador a sus propias lagunas. Esa tarde era vívida, más que otras veces, era un eslabón congelado como el pasado que le latía entre las sienes. La vio de frente, estaba sentada bajo una sombra que parecía irreal en el verano brioso. Se fue lentamente acercando.

_ No imaginaba que te encontraría por aquí.-
_ Vine por ti.- Sonaba en el ambiente un riff que le recordaba a "Always with you, always with me" de Satriani.
_ Tan predecible que soy...-
_ No había querido avisarte, pensé en la sorpresa. Siempre es más interesante.- Le dijo la fantasma con su diálogo sereno.
_ La sorpresa es una inquebrantable excitación, nadie mejor que tú me conoce.-

Él la miraba y remiraba, recordándose la retahila de su propio laberinto. La perfección es solo la percepción de exagerada belleza o de exagerada locura. Ahora dudaba de su cordura. Alguien le había dicho que lo sublime era solo una sensación, algo itinerante y nada más.

_ Entonces vine para aceptar tu propuesta. Seamos lo que no podemos ser, pero transitoriamente.- dijo ella con mirada honda.

Se quedó privado un rato como quien recibe un duro golpe en el plexo solar. Después de todo no fue tan complaciente escuchar lo que antes había sido su ansia.

_ Pues, perseguido por este anhelo, por cada detalle de ti; me doy cuenta que tú has podido hacer cosas que yo no. No voy a dañarte lo que has construido usando ese demonio vigoroso que llaman tentación. Mi propuesta fue una proyección literaria, la práctica es otra cosa.- Respondió con la garganta seca.
_ Tienes razón.- Se puso de pie, le dio la espalda y comenzó a caminar hasta perderse lentamente en el panorama.

Sintió un dolor agudo, como si el cielo chocara con la tierra y él quedara a mitad de camino entre ambos. Una eternidad la vio caminar con su indiferencia en los hombros, con su contorneo despreocupado, con el cabello balanceándole las ganas y las ideas. Él se encogió de hombros y se dijo entre dientes, como a regañadientes:

_ ¡Bah! Duele porque si y duele porque no también.-

sábado, 23 de mayo de 2015

El Jazz: extraño poder de convencimiento.


Gonzalo Teppa. Virtuoso contrabajista venezolano.

PRIMERA HISTORIA.

Mi abuela conoce perfectamente mis preferencias musicales, “música exótica y psicodélica”, le llama. Es lógico, creció con boleros y guaguancó; algunas degustaciones vagas de tango, pero más nada. Vio constituirse a la Dimensión Latina en la Caracas de los setenta, desde que Oscar D´León era un contrabajista matatigres de los llamados “ventetú” y trabajaba en la General Motors Company. Lamentó profundamente la muerte de Felipe Pirela y siente una nostalgia genuina al escuchar “se va Billos, se va, se va y no vuelve más…”


Hace unos sábados pasé a buscarla y yo tenía en reproducción Venus Isle de Eric Johnson, le resté decibeles para saludarla.

_ ¡Ay, tú y tu música!- dijo al montarse.
_ Viejita, pero eso no es metal. Es jazz. ¿No te parece más bonito?- le contesté entre risas.
_ Pues no, no me parece.

Siempre tengo un disco de boleros en mi biblioteca musical, por dos razones; la primera es porque me gusta oírlos de vez en cuando. Lo aprendí con mi abuelo que era un caballero y un ejemplo. La segunda razón es para condescender a mi abuela cuando sale conmigo. En este caso tenía uno de Eydie Gormé con Los Panchos, colocarlo fue cambiar en un santiamén la fisonomía de mi abuela, se le plantó una sonrisa en la boca, una mueca de deleite endulzó su expresión. Sonaba “Piel Canela” cuando me dijo:

_ ¡Qué bella esa música! No entiendo como te gusta esta y te gusta la otra.-
_ Es muy bonita. Y la otra también. Tú insistes en que no te gusta el jazz, pero si yo te pusiera a escuchar algunas cosas cambiarías de parecer.-
_ No lo creo. Esa música tuya es demasiado escandalosa para mi gusto. A esta le encuentro más armonía.-
_ Viejita, si yo te dijera que el jazz es tan versátil que existen los boleros jazz, y es una fusión especialmente sublime.-
_ ¡Ya me fregaron la musiquita, vale!- respondió ella fingiendo congoja.
_ Tienes que escucharlo para que veas.-


Creo que fue al día siguiente cuando por fin le llevé la música que le había prometido. Kenny G, Bolero Jazz, Walter Gross: “Bésame mucho”, “Se te olvida”, “Tú me acostumbraste”, “Sabor a mí” cada canción sorprendía más a mi abuela, se daba cuenta que yo tenía razón, eran sus canciones favoritas en otro matiz que no le desagradaba, sino todo lo contrario.

El lunes siguiente vimos a Laura Pérez en el auditorio del Colegio de Médicos en un concierto llamado ”Bésame mucho” cantando las canciones de mis abuelos con su voz potente de contralto jazzista: “tú me acostumbraste, a todas esas cosas…” la expresión de mi abuela era de: ¿Cómo pude perderme esto tanto tiempo?
Da satisfacción desde entonces llegar a tomar el café de mi abuela y darse cuenta que en su radio, mientras trabaja en casa se oye un poco de jazz. Me doy cuenta que el jazz es un prión que invade y se replica en los oídos, aunque sean previamente metaleros o boleristas cerrados. 


SEGUNDA HISTORIA.

Yo intentaba convencerle del gusto del vino. Quería que fuera tinto como el atardecer que precedió esa noche ya madrugada, merlot para que no nos secara tanto la boca y nos dejara ese sabor afrutado de su estela. Ella seguía renuente, aparentemente había tenido experiencias previas con el vino las cuales no le parecieron placenteras. Le llamaba traicionero.

Me había prometido una conversación con hora de llegada y sin hora de salida, donde podía entrevistarle y obtener algunas notas. Escribía yo acerca de un personaje que tenía algo de la personalidad de ella y quería sustentarlo. Ahondar en los detalles psicológicos del personaje, algunas historias previas que cimentaran su comportamiento. La noche era oscura y bastante fresca, corría una brisa fría. Yo estaba sentado en el sofá frente a ella, con mi cuaderno de notas en el regazo y en mi mano derecha un bolígrafo negro.

_ Preferí estudiar en el exterior. No me gusta el enfoque que le dan a la carrera acá en Venezuela. A merced de las empresas y de situaciones laborales.- explicaba ella tranquilamente.
_ Claro, el enfoque de una carrera en un país siempre va de acuerdo al contexto de la competencia que tenga la carrera en el mismo. Este es un país con enfoque industrial, de allí que muchas carreras tengan ese enfoque.-
_ Si, eso lo entiendo. Pero a mí me gusta en enfoque conductivo-conductual aplicado a la criminalística, me apasiona esa área.-
_ Eso me resulta muy curioso, no hubiese imaginado nunca que tuvieras esas inclinaciones, sobre todo viniendo de una mujer. Y no se trata de machismo, vale.-

Ella cruzaba las piernas y se estaba animando a sacar un cigarrillo, me preguntó si me molestaba; así que aproveché la oportunidad para decirle que a mí no me molestaba su nicotina así que a ella no debería molestarle mi vino, ni mi música. Saqué de mi bolso una botella de vino tinto Castillo de Molina y unas cornetas de conexión bluetooth que uso para hacerme el trabajo de médico menos pesado. Escogí un repertorio que incluía dos discos con los que estaba en franco apego. Uno era Sinergia de Gonzalo Teppa, y el otro Let Them Talk de Hugh Laurie. Jazz puro.

Continuaba la plática y mi copa bajaba después de catar. Ella decía que la música estaba divina mientras me hablaba de su estadía en Holanda y cuando vivió en Barquisimeto antes de irse. Estar de vuelta era una extraña paradoja, lo bueno y lo malo del primer mundo en comparación con este. Me contaba que nunca encajó del todo en la frialdad huraña de los europeos, el cannabis de Ámsterdam, lo libertino de sus discotecas; de manera que veía a Venezuela como su propia tregua. Pero ahora que estaba aquí sentía que tampoco encajaba. Gonzalo hacía pizzicatos imposibles, le daba otro aire estético e imprescindible al contrabajo. Las notas transmitían sentimientos, el ambiente se impregnaba de humo, mi boca regodeaba.

Seguían sus elogios para el jazz y entonces de la nada, pasó lo que esperaba, ella me pidió una copa para probar de lo que bebía. No me apresuré en dársela lo cual sembró algo de impaciencia en sus ojos. Es infrecuente ver a una persona que mientras fuma tiene acatisia: estoy seguro que alguna clase de energía extra movía aquella mujer. No hizo comentarios cuando el líquido oscuro entro en contacto con su lengua, solo aprecié sus facciones que alternaban entre curiosa y complacida. Mi cara debió tener un “¡Te lo dije!” pero a partir de allí fue descarada en sus peticiones del licor.

Se hicieron las 5 am, Hugh Laurie tocaba el piano y se quejaba con su voz nasal. Ella estaba sentada en el suelo y usaba el sofá de espaldar y como pivote para hiperextender su nuca. A esa hora hablábamos de lo inconstante de las ideas del hombre y de sus diferencias notorias en la juventud y en la madurez. Durante algunos instantes de su vida esa inconsecuencia le hizo contemplar la androfobia. Yo le recomendé que leyese a Milan Kundera que con humor lograba explicar magistralmente el comportamiento del hombre.

­_ Oye, espero que esta noche se repita.- me dijo de repente, con una mirada impasible.
_ A la próxima no te torturaré con vino.-
_ No vale, al contrario, en la próxima debe haber más vino. Me ha encantado.-

Hubiese querido burlarme recordándole todo lo que me había dicho previamente del vino, pero entendí que en ese momento mi silencio era hermoso y el jazz que sonaba era quien reía, convencido de su propio poder de persuasión.


sábado, 16 de mayo de 2015

Arrojo # 1001.

Lujuria - Pieter Brueghel.

Esa noche se te olvidó mi nombre
lucías esa amnesia temporal
que te quedaba divina
yo quería ser un casanova
jugar un juego seguro,
cortejarte y quedarme con tu boca
nos encontramos en la oscuridad
y por instinto nos arropamos
fue carnal y fuiste diosa
y después de todo
nuestras piernas se cruzaron
las respiraciones juntas
se apaciguaron
la piel fue una concesión
accesos de momentos efímeros

yo, terrateniente de tu pelvis
tú, comandante de mi espalda

y ya nos dormimos aclimatados
a nuestro propio calor corporal...

martes, 5 de mayo de 2015

Euterpe.


Euterpe - Camile Roqueplan.


Cuando encuentro las luces de Montmartre
con esa mezcla de calidez y desdén,
cuando mis ojos miopes las confunden
presas de su propia sobriedad
no puedo más que imaginarme,
aunque la conciencia me supure,
al pragmatismo de mi país
si se hiciera dueño de estas calles.

Creo que nunca el Sena estuvo tan quieto
con esa placidez intimidante,
como cuando despojado de mi pasmo
y siendo un patriota sentimentalón
                             lo reconozco
aprendí a amar más a Barquisimeto,
a Caracas y a Maracaibo
aunque la Tour Eiffel me mirara con soslayo
quizá reprochando mi deliberación.

Esta Francia que he conocido
es algo más que una masa existencialista,
algo más que Victor Hugo, Sartre
Baudelaire o Le Corbusier,
es una reminiscencia inmaterial y vívida
a toda la melancolía que viaja en las maletas
a los aromas de mi patria que son aluviones
a el amor por la cosmovisión
a este simulacre de bonheur.

En estas calles que sirven de Euterpe
se coló mi abstracción indisoluble
como el pizzicato de un violonchelo
fui un venezolano con su carga
aprendí del coloquio y del arte
y quise volver sin fruiciones
a viciar de gracia y primor,
a mis fecundas tierras.