jueves, 10 de diciembre de 2015

La Habana salvaje y dulce.


Llevas nombre de mujer, suerte de ser una mezcla generosa de fuerza y mito salteada con el abandono y sus condenadas secuelas. Dueles en los labios y en las miradas de tus hijos que patean los anagramas de tus edificios detenidos en el tiempo y en la flor de su rara belleza.

Te fuman así como se fuman las esperanzas, las ideas se esparcen en el mar de desdenes que con dignidad llevas en la frente, saben a océano y anhelo tus bebidas que realzan la dureza de tu carácter, eres una amalgama entre resignación y anhelo.

Conduces un eco de desesperación que se propaga quebrando el ecuador del silencio y sin embargo sabes levantar la mirada, mantenerla en lo alto, por saber desafiar y resistir a quien pretendió cercenarte lentamente.

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