sábado, 23 de mayo de 2015

El Jazz: extraño poder de convencimiento.


Gonzalo Teppa. Virtuoso contrabajista venezolano.

PRIMERA HISTORIA.

Mi abuela conoce perfectamente mis preferencias musicales, “música exótica y psicodélica”, le llama. Es lógico, creció con boleros y guaguancó; algunas degustaciones vagas de tango, pero más nada. Vio constituirse a la Dimensión Latina en la Caracas de los setenta, desde que Oscar D´León era un contrabajista matatigres de los llamados “ventetú” y trabajaba en la General Motors Company. Lamentó profundamente la muerte de Felipe Pirela y siente una nostalgia genuina al escuchar “se va Billos, se va, se va y no vuelve más…”


Hace unos sábados pasé a buscarla y yo tenía en reproducción Venus Isle de Eric Johnson, le resté decibeles para saludarla.

_ ¡Ay, tú y tu música!- dijo al montarse.
_ Viejita, pero eso no es metal. Es jazz. ¿No te parece más bonito?- le contesté entre risas.
_ Pues no, no me parece.

Siempre tengo un disco de boleros en mi biblioteca musical, por dos razones; la primera es porque me gusta oírlos de vez en cuando. Lo aprendí con mi abuelo que era un caballero y un ejemplo. La segunda razón es para condescender a mi abuela cuando sale conmigo. En este caso tenía uno de Eydie Gormé con Los Panchos, colocarlo fue cambiar en un santiamén la fisonomía de mi abuela, se le plantó una sonrisa en la boca, una mueca de deleite endulzó su expresión. Sonaba “Piel Canela” cuando me dijo:

_ ¡Qué bella esa música! No entiendo como te gusta esta y te gusta la otra.-
_ Es muy bonita. Y la otra también. Tú insistes en que no te gusta el jazz, pero si yo te pusiera a escuchar algunas cosas cambiarías de parecer.-
_ No lo creo. Esa música tuya es demasiado escandalosa para mi gusto. A esta le encuentro más armonía.-
_ Viejita, si yo te dijera que el jazz es tan versátil que existen los boleros jazz, y es una fusión especialmente sublime.-
_ ¡Ya me fregaron la musiquita, vale!- respondió ella fingiendo congoja.
_ Tienes que escucharlo para que veas.-


Creo que fue al día siguiente cuando por fin le llevé la música que le había prometido. Kenny G, Bolero Jazz, Walter Gross: “Bésame mucho”, “Se te olvida”, “Tú me acostumbraste”, “Sabor a mí” cada canción sorprendía más a mi abuela, se daba cuenta que yo tenía razón, eran sus canciones favoritas en otro matiz que no le desagradaba, sino todo lo contrario.

El lunes siguiente vimos a Laura Pérez en el auditorio del Colegio de Médicos en un concierto llamado ”Bésame mucho” cantando las canciones de mis abuelos con su voz potente de contralto jazzista: “tú me acostumbraste, a todas esas cosas…” la expresión de mi abuela era de: ¿Cómo pude perderme esto tanto tiempo?
Da satisfacción desde entonces llegar a tomar el café de mi abuela y darse cuenta que en su radio, mientras trabaja en casa se oye un poco de jazz. Me doy cuenta que el jazz es un prión que invade y se replica en los oídos, aunque sean previamente metaleros o boleristas cerrados. 


SEGUNDA HISTORIA.

Yo intentaba convencerle del gusto del vino. Quería que fuera tinto como el atardecer que precedió esa noche ya madrugada, merlot para que no nos secara tanto la boca y nos dejara ese sabor afrutado de su estela. Ella seguía renuente, aparentemente había tenido experiencias previas con el vino las cuales no le parecieron placenteras. Le llamaba traicionero.

Me había prometido una conversación con hora de llegada y sin hora de salida, donde podía entrevistarle y obtener algunas notas. Escribía yo acerca de un personaje que tenía algo de la personalidad de ella y quería sustentarlo. Ahondar en los detalles psicológicos del personaje, algunas historias previas que cimentaran su comportamiento. La noche era oscura y bastante fresca, corría una brisa fría. Yo estaba sentado en el sofá frente a ella, con mi cuaderno de notas en el regazo y en mi mano derecha un bolígrafo negro.

_ Preferí estudiar en el exterior. No me gusta el enfoque que le dan a la carrera acá en Venezuela. A merced de las empresas y de situaciones laborales.- explicaba ella tranquilamente.
_ Claro, el enfoque de una carrera en un país siempre va de acuerdo al contexto de la competencia que tenga la carrera en el mismo. Este es un país con enfoque industrial, de allí que muchas carreras tengan ese enfoque.-
_ Si, eso lo entiendo. Pero a mí me gusta en enfoque conductivo-conductual aplicado a la criminalística, me apasiona esa área.-
_ Eso me resulta muy curioso, no hubiese imaginado nunca que tuvieras esas inclinaciones, sobre todo viniendo de una mujer. Y no se trata de machismo, vale.-

Ella cruzaba las piernas y se estaba animando a sacar un cigarrillo, me preguntó si me molestaba; así que aproveché la oportunidad para decirle que a mí no me molestaba su nicotina así que a ella no debería molestarle mi vino, ni mi música. Saqué de mi bolso una botella de vino tinto Castillo de Molina y unas cornetas de conexión bluetooth que uso para hacerme el trabajo de médico menos pesado. Escogí un repertorio que incluía dos discos con los que estaba en franco apego. Uno era Sinergia de Gonzalo Teppa, y el otro Let Them Talk de Hugh Laurie. Jazz puro.

Continuaba la plática y mi copa bajaba después de catar. Ella decía que la música estaba divina mientras me hablaba de su estadía en Holanda y cuando vivió en Barquisimeto antes de irse. Estar de vuelta era una extraña paradoja, lo bueno y lo malo del primer mundo en comparación con este. Me contaba que nunca encajó del todo en la frialdad huraña de los europeos, el cannabis de Ámsterdam, lo libertino de sus discotecas; de manera que veía a Venezuela como su propia tregua. Pero ahora que estaba aquí sentía que tampoco encajaba. Gonzalo hacía pizzicatos imposibles, le daba otro aire estético e imprescindible al contrabajo. Las notas transmitían sentimientos, el ambiente se impregnaba de humo, mi boca regodeaba.

Seguían sus elogios para el jazz y entonces de la nada, pasó lo que esperaba, ella me pidió una copa para probar de lo que bebía. No me apresuré en dársela lo cual sembró algo de impaciencia en sus ojos. Es infrecuente ver a una persona que mientras fuma tiene acatisia: estoy seguro que alguna clase de energía extra movía aquella mujer. No hizo comentarios cuando el líquido oscuro entro en contacto con su lengua, solo aprecié sus facciones que alternaban entre curiosa y complacida. Mi cara debió tener un “¡Te lo dije!” pero a partir de allí fue descarada en sus peticiones del licor.

Se hicieron las 5 am, Hugh Laurie tocaba el piano y se quejaba con su voz nasal. Ella estaba sentada en el suelo y usaba el sofá de espaldar y como pivote para hiperextender su nuca. A esa hora hablábamos de lo inconstante de las ideas del hombre y de sus diferencias notorias en la juventud y en la madurez. Durante algunos instantes de su vida esa inconsecuencia le hizo contemplar la androfobia. Yo le recomendé que leyese a Milan Kundera que con humor lograba explicar magistralmente el comportamiento del hombre.

­_ Oye, espero que esta noche se repita.- me dijo de repente, con una mirada impasible.
_ A la próxima no te torturaré con vino.-
_ No vale, al contrario, en la próxima debe haber más vino. Me ha encantado.-

Hubiese querido burlarme recordándole todo lo que me había dicho previamente del vino, pero entendí que en ese momento mi silencio era hermoso y el jazz que sonaba era quien reía, convencido de su propio poder de persuasión.


sábado, 16 de mayo de 2015

Arrojo # 1001.

Lujuria - Pieter Brueghel.

Esa noche se te olvidó mi nombre
lucías esa amnesia temporal
que te quedaba divina
yo quería ser un casanova
jugar un juego seguro,
cortejarte y quedarme con tu boca
nos encontramos en la oscuridad
y por instinto nos arropamos
fue carnal y fuiste diosa
y después de todo
nuestras piernas se cruzaron
las respiraciones juntas
se apaciguaron
la piel fue una concesión
accesos de momentos efímeros

yo, terrateniente de tu pelvis
tú, comandante de mi espalda

y ya nos dormimos aclimatados
a nuestro propio calor corporal...

martes, 5 de mayo de 2015

Euterpe.


Euterpe - Camile Roqueplan.


Cuando encuentro las luces de Montmartre
con esa mezcla de calidez y desdén,
cuando mis ojos miopes las confunden
presas de su propia sobriedad
no puedo más que imaginarme,
aunque la conciencia me supure,
al pragmatismo de mi país
si se hiciera dueño de estas calles.

Creo que nunca el Sena estuvo tan quieto
con esa placidez intimidante,
como cuando despojado de mi pasmo
y siendo un patriota sentimentalón
                             lo reconozco
aprendí a amar más a Barquisimeto,
a Caracas y a Maracaibo
aunque la Tour Eiffel me mirara con soslayo
quizá reprochando mi deliberación.

Esta Francia que he conocido
es algo más que una masa existencialista,
algo más que Victor Hugo, Sartre
Baudelaire o Le Corbusier,
es una reminiscencia inmaterial y vívida
a toda la melancolía que viaja en las maletas
a los aromas de mi patria que son aluviones
a el amor por la cosmovisión
a este simulacre de bonheur.

En estas calles que sirven de Euterpe
se coló mi abstracción indisoluble
como el pizzicato de un violonchelo
fui un venezolano con su carga
aprendí del coloquio y del arte
y quise volver sin fruiciones
a viciar de gracia y primor,
a mis fecundas tierras.