Euterpe - Camile Roqueplan. |
Cuando
encuentro las luces de Montmartre
con
esa mezcla de calidez y desdén,
cuando
mis ojos miopes las confunden
presas
de su propia sobriedad
no
puedo más que imaginarme,
aunque
la conciencia me supure,
al
pragmatismo de mi país
si
se hiciera dueño de estas calles.
Creo
que nunca el Sena estuvo tan quieto
con
esa placidez intimidante,
como
cuando despojado de mi pasmo
y
siendo un patriota sentimentalón
lo reconozco
aprendí
a amar más a Barquisimeto,
a
Caracas y a Maracaibo
aunque
la Tour Eiffel me mirara con soslayo
quizá
reprochando mi deliberación.
Esta
Francia que he conocido
es
algo más que una masa existencialista,
algo
más que Victor Hugo, Sartre
Baudelaire
o Le Corbusier,
es
una reminiscencia inmaterial y vívida
a
toda la melancolía que viaja en las maletas
a
los aromas de mi patria que son aluviones
a
el amor por la cosmovisión
a
este simulacre de bonheur.
En
estas calles que sirven de Euterpe
se
coló mi abstracción indisoluble
como
el pizzicato de un violonchelo
fui
un venezolano con su carga
aprendí
del coloquio y del arte
y
quise volver sin fruiciones
a
viciar de gracia y primor,
a
mis fecundas tierras.
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