miércoles, 16 de abril de 2014

El día que gobiernen los poetas...

"Yo sigo siendo tan inocente que, me sigue alumbrando la bendita esperanza de que un día los poetas gobernarán el mundo."
                                         Facundo Cabral.

Orquídea, Flor Nacional de Venezuela.


    Andrés Eloy Blanco, el prolífico poeta(tristemente olvidado) de mi país (Venezuela) y genio de las letras en efecto nunca gobernó pero con su antología poética supo dibujar elegantemente el alma nacional con sus relieves altos y bajos, habría gloria para un político que pueda hacerlo tan soberbia y estéticamente.


    Aquí comparto un poema de mi amigo Andrés Eloy Blanco llamado Juan Bimba y que precisamente nos representa en sus divinas conjugaciones:

1930:
Juan Bimba
es el hombre del pueblo de Venezuela.
Se llama Pedro Ruiz,
Juan Alvarez,
Natividad Rojas,
pero se llama Juan Bimba.

Es buena persona;
puede matar pero no roba nunca.
Su malicia no es mala,
nace del mal que le han hecho
y por eso Juan Bimba lo dice todo a medias
les echa media mirada a las cosas,
se masca su tabaco y su verdad y traga.

Su bellaquería
le asoma a esa mirada que es todo él,
esa mirada candorosa,
con su punto de burla,
y su punto de susto,
y su punto de bobería
y su punto de desolación
y su punto de amenaza.

Su alegría está reglamentada
como el tráfico
y cuando se ríe de un todo
es con permiso del gobierno.

Tenía veinte caballos;
la Revolución le llevó diez;
para perseguirla,
el Gobierno se llevó los otros diez;
y cuando no tuvo nada
se lo llevaron a él.

Pelea por un hombre a quien no ha visto nunca;
tiene fiebre,
hambre,
cansancio,
y no sabe llorar.

Cuando llega a Comisario
se quita el nombre de Juan Bimba
y va tomando grados
hasta la honradez de General.

Va por las calles y los campos
en una tierra enferma de heroísmo,
viendo estatuas,
saludando con su media sonrisa
a los generales de bronce
a los coroneles de mármol.

Tiene una vaga idea
de Independencia y Federación;
ama a Páez, sin saber por qué
-acaso subconciencia de afinidad-;
ama a Bolívar
con vago temor de no reconocerlo;
ama al extranjero;
no es fanático, -tanto le llega
de Dios como de la Federación-;
tiene madera para pueblo grande,
sufre, en color de pueblo el cloasma del jefe.

Y en su honrada mano
la bandería es un vitíligo.

Sin embargo, no odia más que al Jefe Civil.
Le hemos dicho que él es dueño de esta tierra
y dice que no le hablen de política.
Se va acercando al libro y le acaricia el lomo,
como si temiera espantar un caballo.

Un día lo embridará; ese día
lo saludarán las estatuas.

2000: Juan Bimba y su primo Juan Shonfeld
van al campo.
Ríen alto; en el fondo de su risa
van a buscar los hombres la llave de las tierras.
Vienen del gran rodeo; bajo sus largas sogas
ha caído el rebaño de caballos de bronce.


    Nada más que decir.

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