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Gonzalo Teppa. Virtuoso contrabajista venezolano. |
PRIMERA HISTORIA.
Mi abuela conoce
perfectamente mis preferencias musicales, “música exótica y psicodélica”, le
llama. Es lógico, creció con boleros y guaguancó; algunas degustaciones vagas
de tango, pero más nada. Vio constituirse a la Dimensión Latina en la Caracas de los setenta, desde que Oscar D´León era un contrabajista matatigres
de los llamados “ventetú” y trabajaba
en la General Motors Company. Lamentó profundamente la muerte de Felipe Pirela y siente una nostalgia
genuina al escuchar “se va Billos, se va,
se va y no vuelve más…”
Hace unos sábados
pasé a buscarla y yo tenía en reproducción Venus
Isle de Eric Johnson, le resté decibeles para saludarla.
_ ¡Ay, tú y tu
música!- dijo al montarse.
_ Viejita, pero
eso no es metal. Es jazz. ¿No te parece más bonito?- le contesté entre risas.
_ Pues no, no me
parece.
Siempre tengo un disco
de boleros en mi biblioteca musical, por dos razones; la primera es porque me
gusta oírlos de vez en cuando. Lo aprendí con mi abuelo que era un caballero y
un ejemplo. La segunda razón es para condescender a mi abuela cuando sale
conmigo. En este caso tenía uno de Eydie
Gormé con Los Panchos, colocarlo fue cambiar en un santiamén la fisonomía
de mi abuela, se le plantó una sonrisa en la boca, una mueca de deleite endulzó
su expresión. Sonaba “Piel Canela”
cuando me dijo:
_ ¡Qué bella esa
música! No entiendo como te gusta esta y te gusta la otra.-
_ Es muy bonita.
Y la otra también. Tú insistes en que no te gusta el jazz, pero si yo te
pusiera a escuchar algunas cosas cambiarías de parecer.-
_ No lo creo. Esa
música tuya es demasiado escandalosa para mi gusto. A esta le encuentro más
armonía.-
_ Viejita, si yo
te dijera que el jazz es tan versátil que existen los boleros jazz, y es una
fusión especialmente sublime.-
_ ¡Ya me fregaron
la musiquita, vale!- respondió ella fingiendo congoja.
_ Tienes que
escucharlo para que veas.-
Creo que fue al
día siguiente cuando por fin le llevé la música que le había prometido. Kenny G, Bolero Jazz, Walter Gross: “Bésame mucho”, “Se te olvida”, “Tú me
acostumbraste”, “Sabor a mí” cada
canción sorprendía más a mi abuela, se daba cuenta que yo tenía razón, eran sus
canciones favoritas en otro matiz que no le desagradaba, sino todo lo
contrario.
El lunes siguiente
vimos a Laura Pérez en el auditorio
del Colegio de Médicos en un concierto llamado ”Bésame mucho” cantando las canciones de mis abuelos con su voz
potente de contralto jazzista: “tú me
acostumbraste, a todas esas cosas…” la expresión de mi abuela era de: ¿Cómo
pude perderme esto tanto tiempo?
Da satisfacción
desde entonces llegar a tomar el café de mi abuela y darse cuenta que en su
radio, mientras trabaja en casa se oye un poco de jazz. Me doy cuenta que el
jazz es un prión que invade y se replica en los oídos, aunque sean previamente
metaleros o boleristas cerrados.
SEGUNDA HISTORIA.
Yo intentaba
convencerle del gusto del vino. Quería que fuera tinto como el atardecer que precedió
esa noche ya madrugada, merlot para que no nos secara tanto la boca y nos
dejara ese sabor afrutado de su estela. Ella seguía renuente, aparentemente
había tenido experiencias previas con el vino las cuales no le parecieron
placenteras. Le llamaba traicionero.
Me había prometido
una conversación con hora de llegada y sin hora de salida, donde podía
entrevistarle y obtener algunas notas. Escribía yo acerca de un personaje que
tenía algo de la personalidad de ella y quería sustentarlo. Ahondar en los
detalles psicológicos del personaje, algunas historias previas que cimentaran
su comportamiento. La noche era oscura y bastante fresca, corría una brisa
fría. Yo estaba sentado en el sofá frente a ella, con mi cuaderno de notas en
el regazo y en mi mano derecha un bolígrafo negro.
_ Preferí estudiar
en el exterior. No me gusta el enfoque que le dan a la carrera acá en
Venezuela. A merced de las empresas y de situaciones laborales.- explicaba ella
tranquilamente.
_ Claro, el
enfoque de una carrera en un país siempre va de acuerdo al contexto de la
competencia que tenga la carrera en el mismo. Este es un país con enfoque
industrial, de allí que muchas carreras tengan ese enfoque.-
_ Si, eso lo
entiendo. Pero a mí me gusta en enfoque conductivo-conductual aplicado a la
criminalística, me apasiona esa área.-
_ Eso me resulta
muy curioso, no hubiese imaginado nunca que tuvieras esas inclinaciones, sobre
todo viniendo de una mujer. Y no se trata de machismo, vale.-
Ella cruzaba las
piernas y se estaba animando a sacar un cigarrillo, me preguntó si me
molestaba; así que aproveché la oportunidad para decirle que a mí no me
molestaba su nicotina así que a ella no debería molestarle mi vino, ni mi
música. Saqué de mi bolso una botella de vino tinto Castillo de Molina y unas cornetas de conexión bluetooth que uso
para hacerme el trabajo de médico menos pesado. Escogí un repertorio que
incluía dos discos con los que estaba en franco apego. Uno era Sinergia de Gonzalo Teppa, y el otro Let Them Talk de Hugh Laurie. Jazz puro.
Continuaba la
plática y mi copa bajaba después de catar. Ella decía que la música estaba
divina mientras me hablaba de su estadía en Holanda y cuando vivió en Barquisimeto
antes de irse. Estar de vuelta era una extraña paradoja, lo bueno y lo malo del
primer mundo en comparación con este. Me contaba que nunca encajó del todo en
la frialdad huraña de los europeos, el cannabis de Ámsterdam, lo libertino de
sus discotecas; de manera que veía a Venezuela como su propia tregua. Pero
ahora que estaba aquí sentía que tampoco encajaba. Gonzalo hacía pizzicatos imposibles, le daba otro aire estético e
imprescindible al contrabajo. Las notas transmitían sentimientos, el ambiente
se impregnaba de humo, mi boca regodeaba.
Seguían sus
elogios para el jazz y entonces de la nada, pasó lo que esperaba, ella me pidió
una copa para probar de lo que bebía. No me apresuré en dársela lo cual sembró
algo de impaciencia en sus ojos. Es infrecuente ver a una persona que mientras
fuma tiene acatisia: estoy seguro que alguna clase de energía extra movía
aquella mujer. No hizo comentarios cuando el líquido oscuro entro en contacto
con su lengua, solo aprecié sus facciones que alternaban entre curiosa y
complacida. Mi cara debió tener un “¡Te lo dije!” pero a partir de allí fue descarada
en sus peticiones del licor.
Se hicieron las 5
am, Hugh Laurie tocaba el piano y se
quejaba con su voz nasal. Ella estaba sentada en el suelo y usaba el sofá de
espaldar y como pivote para hiperextender su nuca. A esa hora hablábamos de lo
inconstante de las ideas del hombre y de sus diferencias notorias en la
juventud y en la madurez. Durante algunos instantes de su vida esa inconsecuencia
le hizo contemplar la androfobia. Yo le recomendé que leyese a Milan Kundera que con humor lograba
explicar magistralmente el comportamiento del hombre.
_ Oye, espero
que esta noche se repita.- me dijo de repente, con una mirada impasible.
_ A la próxima no
te torturaré con vino.-
_ No vale, al
contrario, en la próxima debe haber más vino. Me ha encantado.-
Hubiese querido
burlarme recordándole todo lo que me había dicho previamente del vino, pero
entendí que en ese momento mi silencio era hermoso y el jazz que sonaba era
quien reía, convencido de su propio poder de persuasión.