miércoles, 18 de mayo de 2016

La enésima crisis -existencial-.

A veces me lo repito, en estos tiempos, no encontrarse es mucho más que una tragedia, es una secuela; es decir, una tragedia que no termina.

Me sorprenden las motivaciones en el resto, es un pasmo que se parece a la perplejidad, una incógnita, para siempre irresoluta, que recuerda a la ficción.

La identidad es una lucha individual, sufre de la procrastinación y la mala resignación. Siempre me pregunto si la identidad en el resto de las personas es alienación, necedad o simplemente una revelación divina en forma precoz. He pasado gran parte de mi vida construyendo mis dimensiones y me temo que aún no las diviso.

En todo caso, esta crisis de identidad sacude como un torsades de pointes, con todo y brincos. Esperar es al mismo tiempo alternativa y cortocircuito, avanzar con averías.

Esta muerte no tiene, ni tuvo conciencia. Es sabotaje, apatía sin cabos sueltos. Lo que queda se conduce en piloto automático. 

¿Es esa la identidad del resto: un piloto automático?

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