viernes, 12 de septiembre de 2014

En el baúl de un joven escritor aficionado, me encontré...

Las estrellas

"La ignorancia es la noche de la mente, pero una luna sin luna ni estrellas."
                            Confucio.                                               
"La noche estrellada" por Vicent Van Gogh
   

La noche petrificada bajo un cobijo sublime de astros celestes, nada parecía oponerse al contacto del pulpejo de los dedos con el etéreo firmamento azabache. Desde la perspectiva dada al joven guerrero, parecía formarse un hipotético triángulo de luces: el vértice superior ofreciendo el típico ambiente de senectud y reposo de las luminosas estrellas y el inferior exhibiendo relativa pasividad y silencio proveniente de las bombillas eléctricas de la ciudad. La desviación prismática de la luz en ojos no acostumbrados, exponían cual pincel, en los ojos del guerrero, un cuadro de donde parecían emanar todas las variedades cromáticas de la luz. El entorno infinito temerario apenas y se comparaba con la infinita soledad presente en la cima de la colina; no por ausencia de seres vivos sino por la actitud indiferente de quienes ostentaban respirar de la atmósfera. El estético silencio era cortado de vez en vez por furiosas corrientes de viento que desplazaban partículas diminutas de polvo en aleatoria dirección, helando además los insignificantes cuerpos que osaban oponerse al movimiento libertino de su torrente.

El rígido y concentrado cuerpo del joven guerrero contrariaba el aleteo feroz de sus ropas, describía una perfecta posición  de seiza con los parpados entrejuntados y la respiración silenciada y minimizada a un ínfimo fuelle. De la nada una voz austera acalla el sonido de la naturaleza para decir:

_ ¿Has descubierto, joven guerrero, el significado de mi deliberada intención de traerte a meditar una noche como ésta a un lugar como éste?
_ Aún no lo sé, maestro. Preciso eso meditaba.
_ Hablemos de metáforas, joven amigo, ¿Qué son las estrellas que tienes en frente de ti?
_ No…, no lo sé. Ahora son para mí, poderosas luces atrayentes.
_ Las luces que guían el sendero de un guerrero atrayéndolo poderosamente son las luces del éxito.- Expone serenamente el anciano.
_ Entonces, ¿Quiere usted decirme, estimado maestro, que cada una de las estrellas que veo son éxitos que deseo conquistar?
_ Ni más, ni menos, retoño. Cada una de las estrellas representa cada uno de los éxitos que tu corazón desea apoderar, pero es precisamente en ese punto álgido en donde deseo que meditemos más profundamente…
_ ¿Qué quiere decirme, maestro?- Interrumpe ansiosamente el joven guerrero.
_ ¿No te parece, gran discípulo, que desde donde estas el éxito parece estar en tus manos?
_ No… no, no entiendo maestro.
_ Para tu ojo, nada parece interponerse entre la punta de tus dedos y la superficie de las estrellas, sin embargo sabes bien que a pesar de la apariencia están a kilómetros de distancia. No obstante, aquellas luces de abajo parecen estar a la misma distancia y sólo te separan de ellas unos pocos pasos, tan solo de bajar ésta colina. – Describe filosofalmente el maestro.
_ Eso es cierto, maestro.- Responde meditabundo el discípulo.
_ Solo así entenderías la proximidad que separa al hombre de la mediocridad, en contra de la abismal distancia que lo acerca al éxito. Para ti, es más fácil alcanzar las luces de la ciudad, pero es un objeto menos noble. En cambio alcanzar una estrella te hace contraer una constante lucha que a paso constante te acerca al éxito. La mayoría logra tocar las luces de la ciudad, solo unos pocos tocan las estrellas.
_ Claro maestro, ya entiendo, el éxito es la gloria del guerrero.- Contesta entre entusiasmado y sorprendido el alumno.
_ No tan rápido, joven guerrero. Debes recordar estos dos preceptos: El primero es que si caes en el intento de subir a buscar la estrella, reposarás inmediatamente sobre las luces de la ciudad; debes aprender a no conformarte, salir de allí y reiniciar tu búsqueda hasta que reencuentres la vía a tu estrella. Lo segundo, tan pronto alcances una estrella, busca otra más lejana aún, no te quedes solo con esa porque el éxito estancado supone la extinción de la gloria y lo transforma en un acto mediocre; por lo tanto, la búsqueda del éxito debe ser una práctica inmortal. Solo quienes mueren en la búsqueda inmortalizan el éxito, quienes se quedan o estancan, asesinan su honor y cuando parten del mundo lo hacen siendo mediocres.- Señala concluyendo el anciano.
_ Ya entiendo maestro, las luces de la mediocridad son tentadoras pero contra gloriosas; las del éxito son atrayentes, eternas y honorables. Responde en aire resuelto el joven.
_ Como siempre, demuestras un rápido aprendizaje y crecimiento, retoño. Señala satisfecho el anciano tutor.
_ Continuemos meditando, maestro, ayúdeme a acortar la distancia al éxito.

***

            El oscuro temple embebido por la iluminación tímida de los cuerpos celestes parecía ahora tragarse en lo profundo los cuerpos meditabundos de dos seres regodeantes: uno lleno de satisfacción y otro de entusiasmo.

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