Las estrellas
"La ignorancia es la noche de la mente, pero una luna sin luna ni estrellas."
La noche
petrificada bajo un cobijo sublime de astros celestes, nada parecía oponerse al
contacto del pulpejo de los dedos con el etéreo firmamento azabache. Desde la
perspectiva dada al joven guerrero, parecía formarse un hipotético triángulo de
luces: el vértice superior ofreciendo el típico ambiente de senectud y reposo
de las luminosas estrellas y el inferior exhibiendo relativa pasividad y
silencio proveniente de las bombillas eléctricas de la ciudad. La desviación
prismática de la luz en ojos no acostumbrados, exponían cual pincel, en los
ojos del guerrero, un cuadro de donde parecían emanar todas las variedades
cromáticas de la luz. El entorno infinito temerario apenas y se comparaba con
la infinita soledad presente en la cima de la colina; no por ausencia de seres
vivos sino por la actitud indiferente de quienes ostentaban respirar de la
atmósfera. El estético silencio era cortado de vez en vez por furiosas
corrientes de viento que desplazaban partículas diminutas de polvo en aleatoria
dirección, helando además los insignificantes cuerpos que osaban oponerse al
movimiento libertino de su torrente.
El rígido y
concentrado cuerpo del joven guerrero contrariaba el aleteo feroz de sus ropas,
describía una perfecta posición de seiza
con los parpados entrejuntados y la respiración silenciada y minimizada a un
ínfimo fuelle. De la nada una voz austera acalla el sonido de la naturaleza
para decir:
_ ¿Has
descubierto, joven guerrero, el significado de mi deliberada intención de
traerte a meditar una noche como ésta a un lugar como éste?
_ Aún no lo
sé, maestro. Preciso eso meditaba.
_ Hablemos
de metáforas, joven amigo, ¿Qué son las estrellas que tienes en frente de ti?
_ No…, no lo
sé. Ahora son para mí, poderosas luces atrayentes.
_ Las luces
que guían el sendero de un guerrero atrayéndolo poderosamente son las luces del
éxito.- Expone serenamente el anciano.
_ Entonces,
¿Quiere usted decirme, estimado maestro, que cada una de las estrellas que veo
son éxitos que deseo conquistar?
_ Ni más, ni
menos, retoño. Cada una de las estrellas representa cada uno de los éxitos que
tu corazón desea apoderar, pero es precisamente en ese punto álgido en donde
deseo que meditemos más profundamente…
_ ¿Qué
quiere decirme, maestro?- Interrumpe ansiosamente el joven guerrero.
_ ¿No te
parece, gran discípulo, que desde donde estas el éxito parece estar en tus
manos?
_ No… no, no
entiendo maestro.
_ Para tu
ojo, nada parece interponerse entre la punta de tus dedos y la superficie de
las estrellas, sin embargo sabes bien que a pesar de la apariencia están a
kilómetros de distancia. No obstante, aquellas luces de abajo parecen estar a
la misma distancia y sólo te separan de ellas unos pocos pasos, tan solo de
bajar ésta colina. – Describe filosofalmente el maestro.
_ Eso es
cierto, maestro.- Responde meditabundo el discípulo.
_ Solo así
entenderías la proximidad que separa al hombre de la mediocridad, en contra de
la abismal distancia que lo acerca al éxito. Para ti, es más fácil alcanzar las
luces de la ciudad, pero es un objeto menos noble. En cambio alcanzar una
estrella te hace contraer una constante lucha que a paso constante te acerca al
éxito. La mayoría logra tocar las luces de la ciudad, solo unos pocos tocan las
estrellas.
_ Claro
maestro, ya entiendo, el éxito es la gloria del guerrero.- Contesta entre
entusiasmado y sorprendido el alumno.
_ No tan
rápido, joven guerrero. Debes recordar estos dos preceptos: El primero es que
si caes en el intento de subir a buscar la estrella, reposarás inmediatamente
sobre las luces de la ciudad; debes aprender a no conformarte, salir de allí y
reiniciar tu búsqueda hasta que reencuentres la vía a tu estrella. Lo segundo,
tan pronto alcances una estrella, busca otra más lejana aún, no te quedes solo
con esa porque el éxito estancado supone la extinción de la gloria y lo
transforma en un acto mediocre; por lo tanto, la búsqueda del éxito debe ser
una práctica inmortal. Solo quienes mueren en la búsqueda inmortalizan el
éxito, quienes se quedan o estancan, asesinan su honor y cuando parten del
mundo lo hacen siendo mediocres.- Señala concluyendo el anciano.
_ Ya
entiendo maestro, las luces de la mediocridad son tentadoras pero contra
gloriosas; las del éxito son atrayentes, eternas y honorables. Responde en aire
resuelto el joven.
_ Como
siempre, demuestras un rápido aprendizaje y crecimiento, retoño. Señala
satisfecho el anciano tutor.
_ Continuemos
meditando, maestro, ayúdeme a acortar la distancia al éxito.
***
El
oscuro temple embebido por la iluminación tímida de los cuerpos celestes
parecía ahora tragarse en lo profundo los cuerpos meditabundos de dos seres
regodeantes: uno lleno de satisfacción y otro de entusiasmo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario