domingo, 24 de julio de 2016

Obsesión por la duda.

No estoy bien. Me duele el cuerpo como nunca me había dolido. De hecho me duele todo. Decir que me duele es un mantra. Ha sido  rápido. He perdido peso, estoy demacrado, no puedo deprimirme cuando me miro en el espejo, siento que no hay tiempo para eso; en su lugar una vacilación me invade el ánimo. Por algún instinto, quizá literario, pensamos que los finales son esclarecedores, pero son en realidad un amasijo con más dudas, un desbarajuste intelectual. Pero me gusta, me sobrepasa mi amor por las dudas.


No puedo replegarme, así lo decidí. En pleno quebranto, me tamizo más en el gentío, soy un citadino anónimo. Mis ojos desencajados y mi silencio no importan. Decidí negarme al tratamiento, vanos fueron los soliloquios del doctor. Tengo cáncer, amo la agonía que me produce, es como una gran duda. Pienso en las palabras incisivas de la enfermera: a usted lo mató su ignorancia. Musito el memento mori: la ignorancia es mantenerme enamorado de la duda. La muerte es un hermoso silencio.

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