Observando desde una cornisa pronunciada, con el sigilo de lo inadvertido y la complicidad eficaz de lo astutamente camuflado; el francotirador alinea su existencia con la existencia de su objetivo. Es una ejecución de perfecta sincronización, el depredador ha tenido la suficiente oportunidad de estudiar el comportamiento de su diana; justo ahora logra predecir su próxima conducta. El francotirador, es en realidad, un binomio indivisible: su mano fusionada al metal del arma con mira telescópica. Y pese a ser estrechamente patrullado, el observado es un individuo ignoto de su observante; no sabe que respira al unísono con alguien, ni que le adivinan cada movimiento.
Pasan algo menos de seis minutos y las cargas se disipan. La fuente se vuelca inservible por una causa de verídica razón: su valencia levo, le estorba al dextro que le regaló la bala.
(se entibia la sangre y nace el silencio)
Modificación hecha por un anónimo a la obra "El Grito" de Edvard Munch. |
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