Marzo 25, 2016.
15:47.
Quisiera
saber pintar para recrear la vista que me hace frente, en esta tarde del verano
eterno de marzo. El calor se sabe manifestar de forma cruel, como en todo
verano; pero no es tan despiadado como el resplandor del sol que se siente como si estuviese a escasos metros de la
tierra. Esta tarde el viento es pichirre, los árboles se mueven poco, el
corredor de la sala donde estoy sentado, parece sellado al vacío. Estoy sentado
en el suelo. Una cerveza tipo Pilsen helada me hace compañía junto a Charlie
Parker y el resto de silencio.
Al
frente está, yace plácida, el sueño le moldea la silueta, me domina el leve
murmullo de su respiración rítmica, tranquila, apaciguada. No hay otro universo.
Su cabello negro cae sobre el sofá, inmóvil. Su sueño regala una leve sonrisa sonrosada
y carnosa, atrapada entre sus mejillas, la curva de sus labios en contraposición
con la superficie del sofá parece una corchea. El fraseo del jazz se vuelve
cada vez más abstracto mientras le miro, me recuerda al encantamiento del amor,
no puedo evitar pensar en aquel personaje de Pío Baroja atrapado en París,
enamorado profundamente de Susana. No había otra esperanza, no había otro
universo.
La
tarde avanza, sigo pensando en que debería pintarla, tal vez luego celar su
retrato. ¡Como Dorian Gray! Pero con mucha más arrogancia. Suena Peace Piece de Bill Evans, la cerveza va
bajando. No hay pincel que pueda recrear este momento, estoy seguro, es solo mi
mente con toda su dedicación, no importa que la tarde sea árida y estemos con
pocas perspectivas.
Tampoco
importa mucho que sea fugaz el amor con todo y la vida que lo contiene. Una
escala musical o un grupo de letras, una nota o estas letras tontas que no
saben pintarla con metáforas, si quiera una fotografía panorámica de este
verano y este momento en que creo baldía la existencia sin el chocolate de su
piel.
La cerveza se
calienta, John Coltrane aguarda y ella sigue allí.
Excelente 😁👀
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